Doctrina: La Cruz

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Para una clase completa sobre este tema, visite: https://realfaith.com/sermons/doctrine-8-cross-god-dies/

Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores.

ROMANOS 5:8

¿Qué tipos de sufrimiento está experimentando usted actualmente? Relacionalmente, ¿hay alguien con quien tenga un conflicto o una relación rota que le importe? Financieramente, ¿tiene dificultades? Emocionalmente, ¿está ansioso, estresado, triste, enojado o herido? Espiritualmente, ¿está bajo ataque o siente que Dios está lejos? Políticamente, ¿está harto del ataque constante a cada problema sin una solución o un final? Físicamente, ¿tiene mala salud, está cansado o lastimado?

Imagine por un momento lo maravilloso que será en el Reino de Dios cuando todas sus relaciones se reconcilien, no tenga necesidades financieras, esté emocionalmente curado, Dios esté continuamente cerca, Dios tiene el control del mundo como un buen Rey, y tiene una salud perfecta para siempre. ¿Qué tan asombroso será? Para los cristianos, la esperanza de abandonar este mundo caído es que tenemos una nueva Casa perfecta que habitamos para siempre.

Para Jesús, lo contrario es cierto. Él reinó en el cielo y vivió nuestros sueños, solo para dejarlos entrar en una pesadilla. Todo lo que queremos quitar es lo que Jesús se puso al entrar en este mundo. Como un bombero corriendo a un edificio en llamas que todos los demás están dejando, Jesús decidió ponerse en peligro para sacarnos del peligro. No tenía que hacer esto, y al hacerlo nos mostró lo que realmente es el amor.

Jesús no solo sufrió durante toda su vida, sino que también sufrió la muerte de la manera más dolorosa, vergonzosa y condenable.

LA CRUCIFIXIÓN

La Biblia da pocos detalles sobre la crucifixión, probablemente porque la audiencia original la había presenciado. Sin embargo, debido a que pocas personas en la era moderna han observado una crucifixión, es importante para nosotros examinarla en detalle para apreciar completamente el sufrimiento de Jesucristo.

Imagine una larga estaca de madera atravesando la región abdominal una persona, y que luego esa estaca es clavada en el suelo con la persona empalada y abandonada a morir lentamente durante varios días. Se cree que esta clase de tortura bárbara pueda haber sido en realidad la primera forma de crucifixión, que se remonta al siglo IX a. C [NOTA FINAL #1].

En el siglo V.I. a. C. los persas practicaban habitualmente la crucifixión, especialmente el rey Darío I, quién crucificó a tres mil babilonios en el 518 a. C. En el 332 a. C., Alejandro Magno crucificó a dos mil personas que conquistó en Tiro. La transición de empalamiento a la crucifixión se dio bajo Alejandro, quién fue un maestro del terror y del pavor. En el 71 a.C., el ex gladiador Espartaco y 120.000 prisioneros fueron vencidos en batalla por los romanos, lo que se tradujo en seis mil hombres crucificados a lo largo de la berga del camino de 190 kilómetros.

Los romanos perfeccionaron la crucifixión; la reservaron como el modo más doloroso de ejecución para la gente más despreciable, tales como los esclavos, los pobres y los ciudadanos romanos culpables de la peor traición. Los métodos de la crucifixión variaban según el sadismo de los soldados, quienes trataban de superarse el uno al otro y experimentaban con varias formas de tortura. Se volvieron expertos en formas de prolongar el dolor y la agonía.

Se cree que los romanos fueron los primeros en crucificar sobre una cruz real. La Tau o era una cruz en forma de T mayúscula y la Latina era una cruz en forma t minúscula. Ambas tenían el stipe (el palo vertical) y el patibulum (el travesaño). El stipe era probablemente permanente mientras que cada hombre cargaba su propio patibulum.

De joven, Jesús puede haber visto crucifixiones en Judea, porque hubo una sublevación de judíos en contra de los romanos que terminó en una crucifixión en masa de alrededor de dos mil judíos en el año 4 d.C., en el tiempo de la muerte de Herodes.

La crucifixión produce un dolor tan horrendo que es muy difícil de explicar. La víctima era fijada a la Cruz con sogas o con clavos. El dolor que resulta de la crucifixión se debe en parte al hecho de que es una muerte prolongada y angustiosa como causada por asfixia. La gente crucificada podría estar colgada en la cruz de tres a cuatro horas o hasta nueve días, entre estados de conciencia y inconciencia, mientras sus pulmones luchaban por respirar bajo el peso de su cuerpo.

En un esfuerzo por poner fin al tormento no era raro que los que estaban siendo crucificados se desplomaron en la cruz para vaciar sus pulmones de aire y apresurar así su muerte. Además, hay informes arqueológicos controversiales que surgieron que algunas veces a los que estaban siendo crucificados les colocaban asientos debajo de las nalgas para impedir que se desplomaron, asegurando de este modo una muerte lenta y más dolorosa.

Nada de esto se hacía con dignidad y en privado, sino en lugares públicos y abiertos. Sería como clavar el cuerpo ensangrentado de un hombre desnudo a la entrada de un centro comercial. Las multitudes se reunían en torno a las víctimas para burlarse de ellas mientras sudaban por el sol, sangraban y sufrían incontinencia por el dolor.

Algunas de las víctimas, una vez muertas, no eran sepultadas decentemente, sino que eran abandonadas en la cruz para servir de comida a los buitres mientras los perros roían los huesos que caían al suelo, acarreando ocasionalmente una mano o un pie a casa como juguete para roer, según informes antiguos [NOTA FINAL #2]. Lo que quedaba de la víctima era eventualmente lanzado a la basura y llevado al vertedero de basura a menos que la familia lo enterrara. Por otro lado, las cruces de madera y los clavos eran considerados más valiosos que los cuerpos de los difuntos, por lo que esos recursos eran guardados y reutilizados.

Como regla general, eran los hombres los que eran crucificados. Ocasionalmente un hombre era crucificado a nivel de los ojos de manera que los transeúntes podían mirarlo directamente a los ojos mientras moría, maldecirlo y escupirle en son de burla. En el evento poco común de la crucifixión de una mujer, ella debía mirar a la cruz. Ni siquiera una cultura tan bárbara estaba dispuesta a mirar el rostro de una mujer en una agonía tan dolorosa.

Josefo, antiguo historiador judío, llamó a la crucifixión «la más miserable de las muertes» [NOTA FINAL #3]. El antiguo filósofo romano Cicerón pidió que los ciudadanos romanos decentes ni siquiera hablaran de la cruz porque era un tema muy vergonzoso para los oídos de personas decentes [NOTA FINAL #4]. Los judíos también consideraban a la crucifixión como el modo más terrible de muerte, como lo dice Deuteronomio 21:22-23: «Si alguien cometió un delito digno de muerte, y por eso lo ejecutan y luego lo cuelgan en un madero, el cuerpo no debe quedar allí colgado toda la noche. Habrá que enterrarlo ese mismo día, porque todo el que es colgado[b] es maldito a los ojos de Dios. De esa manera, evitarás que se contamine la tierra que el Señor tu Dios te da como preciada posesión».

El emperador romano Nerón fue tan cruel con los cristianos que crucificó a algunos de ellos. Entre ellos estaba Pedro, de quien se dice fue crucificado boca debajo de su propia solicitud porque no se sentía digno de morir exactamente como murió Jesús. La crucifixión romana continuó hasta que el Emperador Constantino, según se informa, tuvo la visión de una cruz y al día siguiente ganó una batalla histórica conquistando el Imperio Romano de Occidente. Después de su victoria, el cristianismo ya no fue ilegal, sino que convirtió en una religión patrocinada por el estado. Los historiadores han debatido si él experimentó una conversión verdadera o simplemente lo hizo por conveniencia política. De cualquier modo, abolió la crucifixión alrededor de 300 d. C.

A la luz de todo esto, quizás lo más singular es el hecho de que el símbolo de Jesús, que se ha convertido en el más famoso símbolo en toda la historia, es la cruz. El padre de la iglesia Tertuliano (155-230 d.C.) nos narra sobre la temprana práctica de los creyentes de hacer la señal de la cruz sobre su cuerpo con su mano y de adornar su cuello y sus casas con cruces para celebrar la muerte brutal de Jesús. Al hacerlo así, los primeros cristianos cambiaron un símbolo de terror y intimidación en un símbolo de salvación y de esperanza.

¿CÓMO PUEDE SER LA CRUCIFIXIÓN DE JESÚS LA BUENA NOTICIA?

Cuando alguien nos dice que tienen buenas noticias para compartir, esperamos que nos digan que se casaron, están embarazadas, obtuvieron un ascenso en el trabajo u obtuvieron una factura de salud limpia de un médico después de un susto médico. Quizás lo último que esperaríamos escuchar en el contexto de las buenas noticias es escuchar que alguien que nos amaba fue asesinado.

Entre los escándalos de la cruz está el hecho de que los cristianos la llaman su evangelio, o Buena Noticia, y la celebran cada año en Viernes Santo. Para entender la Buena Noticia de la muerte de Jesús debemos examinar primero cómo murió Jesús y luego podemos examinar por qué murió.

En los días previos a su muerte, Jesús era un joven de escasos treinta años. Gozaba de buena salud por su trabajo de carpintero y por sus constantes recorridos de muchos kilómetros como predicador itinerante. Jesús comenzó a hablar abiertamente de su muerte inminente, aun en la cena de Pascua que compartió con sus amigos como la Última Cena. Allí rompió con quince siglos de protocolo; y al hacerlo, mostró que la cena de Pascua, que el pueblo de Dios había estado celebrando anualmente, tenía su cumplimiento total en él. La Pascua conmemoraba la noche en Egipto cuando el pueblo de Dios cubrió los marcos de las puertas de su casa con sangre de manera que la muerte no alcanzara al hijo primogénito en su hogar, sino que pasara de largo [NOTA FINAL #5]. Asimismo, Jesús, el Hijo unigénito de Dios, había venido a morir y cubrirnos con su sangre de modo que la ira justa de Dios literalmente pasara sobre nosotros pecadores como la esencia de un nuevo pacto [NOTA FINAL #6].

Durante la Última Cena, Satanás entró en uno de los discípulos de Jesús, Judas, quien había estado robando dinero de los fondos del ministerio de Jesús por algún tiempo y había acordado entregarlo a las autoridades para que lo crucificaran. Después de que Judas dejó la escena para guiar a los soldados a Jesús, Jesús fue al jardín de Getsemaní, donde pasó la noche orando en agonía. Mientras tanto, sus discípulos no intercedieron por él en oración por qué se quedaron dormidos. A estas alturas, Jesús estaba completamente consciente de su inminente crucifixión y estaba tan angustiado, como lo registra la Biblia, que sudaba gotas de sangre, una condición física que según informes médicos es poco común, ya que requiere un nivel de estrés elevado que pocas personas experimentan.

Después de una noche de vigilia, agotadora y angustiosa, llegó Judas con los soldados y traicionó a Jesús con un beso. Entonces Jesús fue arrestado y obligado a comparecer en una serie de juicios ficticios donde testigos falsos que se contradecían eran presentados para ofrecer testimonio infundado. A pesar de la ausencia de evidencias que apoyaron las falsas acusaciones, Jesús fue sentenciado a muerte. Después le vendaron los ojos mientras una turba de hombres cobardes lo golpeaba sin compasión. Luego fue desnudado en gran vergüenza, y la Biblia simplemente dice que lo azotaron.

La flagelación por sí misma era tan dolorosa que muchos morían antes de llegar a su cruz. Las manos de Jesús debieron haber sido encadenadas sobre su cabeza para exponer su espalda y sus piernas al látigo del verdugo, llamado azote de nueve ramales o un flagrum. Dos hombres, uno a cada lado, tomaban turnos para azotar con un látigo a la víctima. El látigo consistir en una serie de correas largas de cuero. Al final de algunas de las correas habían pesadas bolas de metal para ablandar el cuerpo de la víctima como del mismo modo que un chef golpea la carne para ablandarla. Algunas de las correas tenían ganchos hechos de vidrio, metal o hueso que se hundían profundamente en los hombros, la espalda, los glúteos y las piernas de la víctima. Una vez que los ganchos se introducían en la carne ablandada, el verdugo rasgaba la piel, los músculos, los tendones y aún los huesos de las víctimas. La piel y los huesos de la víctima colgaban fuera del cuerpo como cintas, a medida que los ganchos seccionaban la piel hasta la capa de los nervios. El daño podría llegar a ser tan profundo que aún los pulmones quedaban lesionados, lo que dificultaba la respiración. Algunos doctores han comprado el daño ocasionado por la flagelación con el causado por un disparo de escopeta [NOTA FINAL #7]. La víctima sangraba profusamente y con frecuencia entraba en shock, debido a la pérdida severa de sangre y el flujo insuficiente de sangre alrededor y a través del corazón.

La espalda y los hombros desnudos de Jesús, aunque maltrechos y traumatizados, fueron obligados a cargar la cruz de madera toscamente labrada al lugar de su crucifixión. Si Jesús cargó la cruz entera, ella habría pesado unos cien kilos, por lo que muchos piensan que es más probable que él haya cargado solo el travesaño (patibulum), que pesaba alrededor de cuarenta y cinco kilos.

A pesar de su juventud y de su buen estado de salud, Jesús estaba tan debilitado físicamente por su noche de vigilia, los kilómetros que había caminado, las palizas y los azotes que se derrumbó bajo el peso de la cruz, incapaz de cargarla por sí solo. Los médicos han dicho que el trauma del pesado travesaño aplastando su pecho contra el suelo pudo haber causado un daño al corazón, similar al trauma en el pecho ocasionado por un accidente de carro sin el cinturón de seguridad donde el conductor es lanzado violentamente contra el volante [NOTA FINAL #8]. Al no poder seguir acarreando su cruz por el camino de aproximadamente un kilómetro y medio hacia su ejecución, un hombre llamado Simón de Cirene fue designado para cargar la cruz de Jesús. Al llegar al lugar de su crucifixión, le arrancaron la barba a Jesús—un acto terrible de falta de respeto en las culturas antiguas—, le escupieron y se burlaron de él en frente de su familia y de sus amistades.

Jesús el carpintero, quien había clavado tantos clavos en la madera con sus propias manos, ahora tenía largos clavos de metal burdo de doce a dieciocho centímetros atravesando los centros nerviosos más sensibles del cuerpo humano, sus manos y sus pies. Jesús fue clavado a la cruz de madera. Su cuerpo se habría contraído involuntariamente, retorciéndose de agonía.

En escarnio adicional, se colocó un letrero encima de Jesús que decía: «Jesús de Nazaret, el Rey de los judíos» [NOTA FINAL #9]. Una pintura que fue descubierta más tarde en un grafito romano del siglo II da otra imagen de la falta de respeto a Jesús en su crucifixión. La pintura representa la cabeza de un asno crucificado, y de un hombre parado al lado con sus brazos levantados. El texto dice: «Alexámenos adora a su dios».

A estas alturas durante una crucifixión, las victimas se esforzaban por respirar mientras su cuerpo entraba en shock. Las víctimas, desnudas y avergonzadas, con frecuencia utilizaban la fuerza que les quedaba para vengarse de la multitud de burladores que se había reunido para mofarse de ellas. Maldecían a sus atormentadores mientras les orinaban encima y les escupían. Algunas de las víctimas estaban tan abrumadas por la agonía que sufrían de incontinencia, y un charcho de sudor, sangre, orina y heces se formaba en la base de su cruz.

La crucifixión de Jesús fue una ejecución terriblemente grotesca. Cientos de años antes, el profeta Isaías la vio de esta manera:

Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó. Sin embargo, fueron nuestras debilidades las que él cargó; fueron nuestros dolores los que lo agobiaron. Y pensamos que sus dificultades eran un castigo de Dios; ¡un castigo por sus propios pecados! [NOTA FINAL #10]

La crucifixión generalmente mata por asfixia además de otros factores: el corazón está profundamente estresado, el cuerpo traumatizado, los músculos deteriorados y la pérdida de sangre es grave. Los médicos piensan que Jesús probablemente tuvo una contusión en el pecho y posiblemente una lesión en el corazón al caer con la cruz a cuestas, lo que produjo un aneurisma [NOTA FINAL #11]. Posteriormente, el corazón de Jesús no habría tenido la capacidad de bombear suficiente sangre y sus pulmones se habrían llenado de monóxido de carbono. Jesús no solamente vivió a través de todo esto, sino que habló lúcida y claramente con suficiente volumen para ser escuchado por los presentes.

Probablemente, sintiendo que estaba sufriendo de un ataque al corazón, Jesús utilizó sus momentos finales para declarar su victoria sobre el pecado. En un esfuerzo por silenciar a Jesús, los soldados tomaron una esponja empapada en vinagre—posiblemente utilizada en los baños públicos como una versión antigua de papel higiénico y desinfectantes—, la colocaron en un palo y trataron de metérsela en su boca.

Desde la cruz, anunció el perdón del pecado para quienes lo crucificaron, aseguró al criminal a su lado que estarían juntos en el paraíso, encomendó a su madre a John, lloró de abandono mostrando su muerte espiritual y su separación del Padre, y expresó su agonizante sed. [NOTA FINAL #12]

Por último, Jesús exclamó en voz alta de triunfo: «¡Todo ha terminado!» [NOTA FINAL #13]. En este momento, se llevó a cabo la expiación por el pecado, y la santidad, la rectitud, la justicia y la ira de Dios fueron satisfechas en la crucifixión de Jesucristo.

Luego Jesús dijo: «¡Padre, encomiendo mi espíritu en tus manos!» [NOTA FINAL #14]. Jesús reservó su último aliento en la cruz para gritar su victoria triunfante al mundo, confirmando que él había sido restaurado a Dios el Padre, después de la expiación por el pecado humano.

La Biblia simplemente registra que Jesús exhaló por última vez y murió.

Jesús estuvo colgando en la cruz por lo menos seis horas, desde la hora tercera hasta la hora novena, cuando terminó la oscuridad [NOTA FINAL #15]. ¿Cuánto tiempo después exhaló por última vez y murió? No está claro en la Escritura. Lo que sí está claro es que, si una víctima permanecía viva en la cruz por mucho tiempo, tanto como para interferir con otro evento como una fiesta importante, era costumbre quebrar las piernas de la víctima, impidiéndole impulsarse hacia arriba en la cruz para llenar sus pulmones con aire y prolongar así su vida. Sin embargo, de acuerdo con la promesa de la Escritura, Jesús murió suficientemente rápido para que sus piernas no fueran quebradas [NOTA FINAL #16].

Además, para asegurarse de que Jesús había muerto, un verdugo profesional le clavó una lanza en su costado, que perforó el saco de su corazón, y del cual brotó agua y sangre. Esta es una evidencia más de que Jesús murió de un ataque al corazón; el saco alrededor del corazón estaba lleno de agua hasta que la presión ocasionó que el corazón de Jesús cesara de latir. Por consiguiente, Jesús posiblemente murió con el corazón roto, tanto literal como metafóricamente.

Por muchos años, el lugar más sagrado en la tierra había sido el templo, donde la presencia de Dios habitaba detrás de una gruesa cortina. Solo a una persona cada año, al sumo sacerdote, le estaba permitido pasar por esa cortina y entrar en la presencia de Dios un solo día, el Día del Perdón. Sin embargo, cuando Jesús murió, la cortina del templo se rasgó de arriba abajo, implicando que Dios había hecho accesible su presencia al mundo a través de la cruz de Jesús.

El resumen más conciso del evangelio en la Escritura nos aclara este significado teológico: «Cristo murió por nuestros pecados tal como dicen las Escrituras. Fue enterrado y al tercer día fue levantado de los Muertos, tal como dicen las Escrituras» [NOTA FINAL #17]. En esta sección repleta de la Escritura, Pablo señala la muerte, sepultura y resurrección de Jesús como el evento más importante en toda la historia y como la verificación de la autenticidad de toda la Escritura.

Luego Pablo explica por qué estas son buenas noticias con la palabra sencilla «por», mostrando que Jesús murió «por nuestros pecados». La palabra «por» puede significar «por el beneficio de» o «por causa de». Jesús no murió «por el beneficio de» nuestros pecados. ¡Él no los condonó! Por el contrario, él murió «por causa de» nuestros pecados. De modo que fueron nuestros pecados la razón de su muerte. Desde el comienzo de las Sagradas Escrituras [NOTA FINAL #18] hasta el final, el castigo por el pecado es la muerte [NOTA FINAL #19].

Por lo tanto, si nosotros pecamos, debemos morir. Sin embargo, es Jesús, el único sin pecado, el que murió en nuestro lugar «por nuestros pecados». La Buena Noticia del evangelio es que Jesús murió para cargar en sí mismo el castigo por nuestro pecado. En términos teológicos, esto significa que la muerte de Jesús fue una muerte sustituta o vicaria, en nuestro lugar, solamente para nuestro beneficio y sin beneficio alguno para él mismo. Por tanto, encontramos que la cruz de Jesús es el quid de la Buena Noticia porque fue allí donde Jesús expió nuestros pecados conforme a las promesas de la Escritura.

La obra de Jesús por nosotros en la cruz se denomina expiación; Jesús nuestro Dios se hizo hombre para restaurar la relación entre Dios y la humanidad. El concepto de Jesús muriendo en nuestro lugar para pagar nuestro castigo por nuestros pecados ha sido expresado en abreviatura teológica como sustitución penal. La Escritura en forma continua y especifica declara que Jesús murió como nuestro sustituto pagando nuestra pena «por» nuestros pecados [NOTA FINAL #20].

Un teólogo ha llamado a la cruz la gran joya de la fe cristiana, y como cada gran joya, tiene muchas preciosas facetas, cada una digna de ser examinada por su brillo y por su belleza [NOTA FINAL #21].

Por tanto, usted se beneficiará al ver cada lado de esta joya brillando juntos para la gloria de Dios de modo complementario y no contradictorio. La mayoría de las enseñanzas deficientes sobre la cruz es resultado de alguien que ha negado, ignorado o resaltado alguna de estas facetas a expensas de las demás, muchas veces debido a una reacción excesiva a otra reacción desmesurada de alguien más.

Muchas de estas facetas fueron anunciadas en el Antiguo Testamento, específicamente por la celebración anual del Día del Perdón (Yom Kippur) conforme a las leyes del libro de Levítico. El Día del Perdón era el día más importante del año y a menudo se hacía referencia a el simplemente como «el día». Fue creado para tratar con el problema del pecado entre la humanidad y Dios. De los muchos elementos proféticos sobre este día especial, hay uno que se destaca. En ese día, se elegía dos machos cabríos sanos sin defecto, aptos para representar perfección sin pecado.

El primer macho cabrío era una ofrenda de propiciación por el pecado. El sumo sacerdote sacrificaba a este inocente macho cabrío, que actuaba como un sustituto de los pecadores quienes merecían justamente una sangrienta muerte violenta por sus muchos pecados. Luego rociaba parte de su sangre sobre el propiciatorio encima del arca del pacto dentro del Lugar Santísimo. El macho cabrío ya no era inocente al asumir la culpa del pecado; era la ofrenda por el pecado del pueblo [NOTA FINAL #22]. Posteriormente, su sangre representaba la vida entregada como pago por el pecado. El lugar de la habitación de Dios era de este modo limpiado de la contaminación resultante de todas las transgresiones y pecados del pueblo de Israel, y la justa y santa ira de Dios era satisfecha.

Luego el sumo sacerdote, actuando como el representante y mediador entre el pueblo pecador y su Dios santo, tomaba al segundo macho cabrío y colocaba sus manos sobre el animal mientras confesaba los pecados del pueblo. Este macho cabrío, llamado el chivo expiatorio, era entonces liberado para correr hacia el desierto lejos de los pecadores, expiando simbólicamente nuestros pecados y llevándoselos.

Estas grandes imágenes del sacerdote, el sacrifico y el chivo expiatorio son todas ofrecidas por Dios para ayudarnos a comprender más a fondo la obra de Jesús por nosotros en la cruz, que ahora examinaremos en profundidad.

¿CÓMO SATISFACE LA CRUZ LOS REQUERIMIENTOS DE DIOS?

Sacrificio del nuevo pacto

Hoy en día, la mayoría de las personas no crían los animales que comen. Pagamos a otras personas para hacer estas cosas para que podamos comprar nuestra comida en el supermercado. No nos gusta ver sangre o muerte, y cuando lo vemos, muchas personas se sienten nauseas. En el mundo antiguo, y en muchos lugares de la tierra hoy en día, la gente vivía en granjas donde comían los cultivos que cultivaban y los animales que criaban. Como resultado, estaban más familiarizados con la sangre y la muerte.

Un erudito dice que la sangre es mencionada unas 362 veces en el Antiguo Testamento y unas 92 veces en el Nuevo Testamento y aún con más frecuencia que la cruz o la muerte de Jesús; por consiguiente, es el medio más común con el que las Escrituras se refieren a la muerte de Jesús.

A lo largo de las Escrituras, la sangre está íntimamente conectada con el pecado por dos razones principales. Primero, la sangre derramada nos recuerda que el pecado termina en muerte. Segundo, Dios está hastiado del pecado, que produce muerte, una conexión señalada primeramente en Génesis 2:17 y repetida a través de la Biblia. De modo que cuando Dios ve la sangre, ella señala la nauseabunda realidad del pecado y de la muerte. Levítico 17:11 lo dice de la siguiente manera: «porque la vida del cuerpo está en la sangre. Les he dado la sangre sobre el altar con el fin de purificarlos, para hacerlos justos ante el Señor. Es la sangre, dada a cambio de una vida, la que hace posible la purificación». La sangre es sagrada; tipifica la vida de la víctima sacrificial ofrecida como sustituta por la muerte del pecador. Prácticamente cada sacrificio incluía el rociado o la aplicación de manchas de sangre sobre el altar, enseñando así que la expiación implica la sustitución de la vida por la vida.

El Antiguo Testamento utiliza a menudo el tema de la sangre para preparar al pueblo para la venida de Jesús a morir por nuestros pecados. De hecho, fue Dios quien derramó la sangre por primera vez en la historia humana, en respuesta al pecado. En Génesis 3, cuando nuestros primeros padres, Adán y Eva, cometieron el pecado humano original, fue Dios quien sacrificó a un animal para elaborar la ropa y cubrirles su desnudez. A partir de entonces los sacrificios de sangre eran la forma estándar para adorar a Dios [NOTA FINAL #23].

Uno de los libros más sangrientos de la Biblia es Éxodo. Al pueblo se le dio dos opciones. (1) Podrían arrepentirse del pecado y colocarse su fe en Dios, y demostrarlo sacrificando un animal y cubriendo los marcos de las puertas de sus casas con sangre. Si esto se hacía, entonces Dios prometía pasar de largo sobre sus casas y no matar al hijo primogénito en el hogar y en lugar de aceptar la sustitución de la vida del animal sacrificial. (2) Podían rehusar arrepentirse de su pecado, rehusar colocar su fe en Dios y ver llegar la muerte a sus hogares. En esa noche en Egipto, se derramó mucha sangre y la muerte a cada uno de los hogares ya fuera por la sangre del animal sustituto que fue derramada por los pecadores, o por la del hijo primogénito en cada hogar quién fue condenado a muerte por Dios.

Unas de las principales funciones del templo del Antiguo Testamento era el sacrificio de animales, como se ve por el chorro de sangre que a menudo salía del templo. La sangre es en realidad un aspecto principal de la religión del Antiguo Testamento. Había unos once sacrificios diferentes que encajaban en una de las cuatro agrupaciones (holocausto, paz, pecado o culpa) y los sacrificios se celebran tanto en la mañana como en la tarde, todos con derramamiento de sangre.

A pesar de todo este derramamiento de sangre, el sistema sacrificial del Antiguo Testamento nunca tuvo el propósito de ser suficiente en sí mismo. Cuando Israel malinterpretó el propósito de los sacrificios, poniendo su fe en el sacrificio mismo, hubo grandes problemas. El primer problema fue que la sangre derramada de un animal sustituto no perdonaba el pecado humano [NOTA FINAL #24]. El segundo problema fue que dio lugar a la hipocresía; la persona podía someterse a los rituales externos de ofrecer un sacrificio sin haberse arrepentido del pecado y sin haber confiado en Dios internamente [NOTA FINAL #25]. El tercer problema fue que solamente era preparatorio y por consiguiente incompleto hasta la venida de Jesús, quien hizo posible el nuevo y mejor pacto [NOTA FINAL #26].

Este tema de la sangre, igual que todos los temas de la Biblia, encuentra su cumplimiento en la venida de Jesucristo a la historia humana. Temprano en la vida de Jesús, su primo Juan vio a Jesús viniendo y declaró: «¡Miren! ¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!» [NOTA FINAL #27]. Esto, por supuesto, se cumpliría cuando Jesús fuera sacrificado en la cruz donde su sangre correría libremente.

Los resultados de la sangre derramada de Jesús son asombrosos. Hebreos 9:22 dice: «De hecho, según la ley de Moisés, casi todo se purificaba con sangre porque sin derramamiento de sangre no hay perdón». También en 1 Pedro 1:18-19 dice: «Pues ustedes saben que Dios pagó un rescate para salvarlos de la vida vacía que heredaron de sus antepasados. No fue pagado con oro ni plata, los cuales pierden su valor, sino que fue con la preciosa sangre de Cristo, el Cordero de Dios, que no tiene pecado ni mancha».

En la Biblia la palabra pacto aparece más de trescientas veces y es por lo tanto esencial para nuestra comprensión correcta de cómo Dios se relaciona con nosotros. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento hablan del nuevo pacto [NOTA FINAL #28]. La Biblia nos dice que una nueva época en la historia de la humanidad ha llegado con la venida de Dios a la historia humana como Jesucristo el hombre. En el nuevo pacto, se cumplen todas las profecías, promesas, presagios y anhelos del antiguo pacto. En el nuevo pacto Jesucristo es quien se desempaña como cabeza del pacto [NOTA FINAL #29]. Jesús fue a la cruz a derramar su sangre en nuestro lugar por nuestros pecados de modo que podamos tener una nueva relación de pacto con él.

Hoy en día, en el nuevo pacto, ya no necesitamos un sacerdote, porque tenemos a Jesús, que es nuestro Gran Sumo Sacerdote [NOTA FINAL #30]. Ya no necesitamos ofrecer sacrificios de sangre, porque Jesús es nuestro sacrificio por el pecado [NOTA FINAL #31]. Ya no necesitamos visitar el templo para estar cerca de Dios, porque Jesús es nuestro templo [NOTA FINAL #32]. Ya no necesitamos celebrar la Pascua, porque Jesús es nuestra Pascua [NOTA FINAL #33]. Por último, ya no necesitamos vivir en el pecado habitual, porque a través de Jesús hemos sido hechos santos y se nos ha dado una nueva vida [NOTA FINAL #34].

La propiciación

En nuestros días de teléfonos con cámara e internet, vemos más maldad e injusticia que cualquier otra generación que haya vivido en la tierra. Cuando se publica algo que muestra el claro abuso de otro ser humano, la respuesta global inmediata es la ira que exige justicia. Debido a que fuimos creados por Dios con conciencia, y con las leyes eternas de Dios que nos gobiernan a todos, clamamos por justicia apelando a un estándar fijo de lo correcto y lo incorrecto, ya sea que conozcamos a Dios o no.

¿Cuándo es la última vez que sentiste este tipo de indignación moral ante el mal? ¿Qué categoría de maldad te enoja más rápidamente y quieres justicia?

Cuanto más sabemos lo que está sucediendo en este mundo, más enojados y frustrados nos volvemos. Imagínese, por un momento, ¿cómo debe ser ser Dios? En cada momento de cada día, Dios ve, oye, sabe y siente todo el mal y la injusticia que ocurren constantemente en todo nuestro planeta. Dios enojarse con el mal no es algo malo; de hecho, Dios se enoja con el mal precisamente porque es bueno.

La Biblia está llena de ejemplos de Dios airado con los pecadores y de su ira como hostil, ardiente y furiosa [NOTA FINAL #35]. Debido a que Dios es santo, bueno y justo, él no solamente siente ira por el pecado, sino que también lo trata de modo santo, puro y justo. Debido a que Dios es perfecto, su ira es perfecta y como tal se manifiesta lentamente [NOTA FINAL #36], algunas veces la aleja [NOTA FINAL #37], a menudo la aplaza [NOTA FINAL #38] y con frecuencia la contiene [NOTA FINAL #39].

La ira de Dios no está limitada al Antiguo Testamento. Inclusive Jesús tuvo ira, se enojaba y se enfurecía [NOTA FINAL #40]. Apocalipsis 19 revela que Jesús vuelve como un guerrero montado en un caballo blanco para matar a los malvados hasta que su sangre corra por las calles como un río.

Además, Dios siente ira porque Dios aborrece el pecado [NOTA FINAL #41]. Tristemente, es común oír decir entre los cristianos que «Dios aborrece el pecado pero ama al pecador». Esto no procede de la Escritura inspirada por Dios sino de Gandhi, un hindú, quien acuñó la frase «Ama al pecador pero aborrece el pecado» en su autobiografía de 1929.

La Biblia claramente dice que Dios ama y aborrece a algunos pecadores [NOTA FINAL #42]. La gente suele protestar que Dios no puede odiar a nadie porque él es amor. No obstante, la Biblia habla de la ira, del enojo y de la furia de Dios más que de su amor, gracia y misericordia. Además, es precisamente porque Dios es amor que debe odiar el mal y a todo el que hace lo malo; es un ataque a quien él ama y a lo que él ama.

Además, la ira de Dios por el pecado y el odio a los pecadores lo lleva a derramar su ira sobre los pecadores impenitentes. Esta doctrina no es tan popular entre cristianos profesantes en nuestros días como lo fue en el pasado, pero el hecho está que en el Antiguo Testamento solamente, se usan cerca de veinte palabras para la ira de Dios, de la que se habla alrededor de seiscientas veces. La ira de Dios también aparece alrededor de veinticinco veces en el Nuevo Testamento [NOTA FINAL #43]. No solamente Dios el Padre derrama su ira sobre los pecadores impenitentes, sino Jesucristo lo hace también [NOTA FINAL #44].

La ira de Dios es tanto activa como pasiva. Cuando la gente piensa en la ira de Dios, generalmente piensa en la ira activa de Dios, donde la gente es rápidamente castigada por su pecado con algo así como un relámpago del cielo. Dios puede y a veces ejercita su ira activa en ciertas ocasiones [NOTA FINAL #45]. Sin embargo, parece que con frecuencia también trabaja a través de su ira sutil y pasiva. La ira pasiva ocurre cuando Dios simplemente nos entrega a nuestros malos deseos y nos permite hacer nuestra voluntad [NOTA FINAL #46].

La verdad es que todos menos Jesús, que vivió sin pecado, merecen la ira activa de Dios. Ninguno de nosotros merece amor, gracia o misericordia por parte de Dios. Sobre los demonios y los pecadores que no se arrepientan arderá la ira de Dios para siempre [NOTA FINAL #47]. El lugar de la ira activa e interminable de Dios es el infierno.

Sin embargo, la ira activa de Dios se aparta de algunas personas por la misericordia de Dios. Esto es posible porque en la cruz Jesús mismo fue nuestro sustituto al tomar nuestro lugar por nuestros pecados y recibir la ira de Dios por nosotros. Dos secciones de la Escritura en particular tratan este asunto deliberadamente.

  • Entonces, como se nos declaró justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él [Jesús] nos salvará de la condenación de Dios [NOTA FINAL #48].
  • Se apartaron de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero. […] Ustedes esperan con ansias la venida, desde el cielo, del Hijo de Dios, Jesús, a quien Dios levantó de los muertos. Él es quien nos rescató de los horrores del juicio venidero [NOTA FINAL #49].

La Escritura tiene también una sola palabra para designar cómo Jesús aparta de

nosotros la ira activa de nuestro Dios justamente airado de manera que somos amados y no aborrecidos. Esa palabra es propiciación, que resumen más de seiscientas palabras y eventos relacionados que la explican. El Heritage American Dictionary (diccionario en inglés) define propitiation (propiciación) como algo que apacigua o concilia un poder ofendido, sobre todo una ofrenda sacrificial a un dios. Propitiate (propiciar) es la única palabra en inglés que conlleva la idea de apaciguar la ira al encargarse del castigo por la ofensa que causó la ira.

Muchos cristianos no están familiarizados con esta palabra, debido a que

diversas traducciones de la Biblia usan palabras diferentes en un esfuerzo por captar su significado. Por ejemplo, la Nueva Versión Internacional utiliza «sacrificio de expiación», y la Nueva Traducción Viviente utiliza «sacrificio por el pecado» en sitios como Romanos 3:23-25, Hebreos 2:17, 1 Juan 2:2, 1 Juan 4:10 donde la palabra original era «propiciación».

Peor aún, la versión Reina-Valera una vez utiliza «expiar» en lugar de «propiciar». Esta traducción cambia todo el significado del versículo, porque la propiciación trata con el castigo por el pecado mientras que la expiación involucra la limpieza del pecado. Menos mal que la Biblia de las Américas ha retenido la palabra original «propiciación» del texto en griego del Nuevo Testamento. Hay cuatro acontecimientos principales de la palabra propiciación en el Nuevo Testamento:

  • Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demonstración de su justicia [NOTA FINAL #50].
  • Por tanto, [Jesús] tenía que ser hecho semejante a sus hermanos en todo, a fin de que llegara a ser un misericordioso y fiel sumo sacerdote en las cosas que a Dios atañen, para hacer propiciación por los pecados del pueblo [NOTA FINAL #51].
  • Él mismo es la propiciación por nuestros pecados, y no solo por los nuestros, sino también por los del mundo entero [NOTA FINAL #52].
  • En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados [NOTA FINAL #53].

Estos magníficos pasajes nos enseñan que el Padre y el Hijo trabajan juntos para realizar el sacrificio sustitutivo para apaciguar la ira del Padre y del Hijo. Apocalipsis 6:15-16 dice:

Entonces todo el mundo —los reyes de la tierra, los gobernantes, los generales, los ricos, los poderosos, todo esclavo y hombre libre— se escondió en las cuevas y entre las rocas de las montañas. Y gritaban a las montañas y a las rocas: «Caigan sobre nosotros y escóndannos del rostro de aquel que se sienta en el trono, y de la ira del Cordero;»

Además, la ira de Dios permanece en los que rechazan su ofrenda propiciatoria. Juan 3:36 dice, «Los que creen en el Hijo de Dios tienen vida eterna. Los que no obedecen al Hijo nunca tendrán vida eterna, sino que permanecen bajo la ira del juicio de Dios». Romanos 5:9 dice, «Entonces, como se nos declaró justos a los ojos de Dios por la sangre de Cristo, con toda seguridad él nos salvará de la condenación de Dios». Y Efesios 5:6 dice, «No se dejen engañar por los que tratan de justificar esos pecados, porque el enojo de Dios caerá sobre todos los que lo desobedecen».

En la cruz, la justicia y la misericordia se entrelazan; Jesús se hizo a sí mismo sustituto por los pecadores, sufrió y murió en su lugar para perdonarlos, amarlos y acogerlos, no a pesar de sus pecados, sino a causa de que sus pecados fueron propiciados y desviados de ellos hacia Jesús. Jesús hizo esto sin exigir nuestra sangre sino entregando la suya propia.

La justificación

Cuando se nos hace algo malo, ya sea ilegal o inmoral, la conciencia que Dios nos dio clama por justicia. Si alguien roba nuestro automóvil, queremos que la policía lo encuentre y lo devuelva. Si alguien irrumpe en nuestra casa, queremos que la compañía de seguros nos compense. Si alguien dice mentiras terribles sobre nosotros en las redes sociales, queremos que se eliminen. Sin embargo, cuando somos el villano y no la víctima, la persona que hizo algo mal, queremos gracia en lugar de justicia. Lo mismo es cierto de como muchas personas se relacionan con Dios.

Queremos que Dios les dé justicia a nuestros enemigos, pero gracia para nosotros, a pesar de que hemos actuado como Sus enemigos. A través de la cruz de Jesucristo, Dios lo hizo recibir justicia y nosotros recibimos gracia.

Como nosotros, Dios merece justicia. Debido a nuestra condición pecaminosa y a las obras pecaminosas que ella genera, nuestro día inminente en la corte proverbial de Dios se ve muy desesperanzador para algo más que un fallo de culpabilidad y una sentencia eterna en los tormentos del infierno. A la luz de nuestra culpa patente, si Dios nos declarara cualquier cosa menos que culpables, dejaría de ser un Dios justo y bueno. Dios mismo dice que «nunca declar[a] inocente al culpables» [NOTA FINAL #54].

Los pecadores culpables probablemente preferirían que Dios simplemente pasara por alto sus ofensas contra él. Hacer eso, sin embargo, haría que Dios fuera injusto e impío, lo cual es imposible porque él es siempre justo y santo.

Claramente, Dios no nos debe nada. Si fuéramos a pasar la eternidad en los tormentos del infierno como pecadores culpables y condenados, estaríamos recibiendo simplemente nuestro justo merecido. Considerando este mismo punto, Job pregunta: «¿Como puede una persona ser declarada inocente a los ojos de Dios?» [NOTA FINAL #55].

Gracias a Dios, él es misericordioso, lleno de gracia, lento de enojarse, amoroso, fiel y dispuesto a perdonar [NOTA FINAL #56]. Por tanto, el dilema es este: ¿Cómo puede Dios justificarnos y permanecer justo?

La respuesta es la doctrina de la justificación: los pecadores culpables pueden ser declarados justos ante Dios solamente por gracia y solo por fe en la Persona y en la obra de Jesucristo únicamente. Tan sólo el Nuevo Testamento la justificación se menciona más de 200 veces y de varias maneras.

La paga del pecado es la muerte. Dios advirtió a Adán en el huerto: «Si comes de su fruto, sin duda morirás» [NOTA FINAL #57]. Pablo lo confirma: «Saben bien que la justicia de Dios exige que los que hacen esas cosas merecen morir» [NOTA FINAL #58]. La maravillosa verdad es que Dios mismo, la segunda Persona de la Trinidad, pagó en nuestro lugar nuestra deuda de muerte.

Además, Jesús no sólo cargo nuestros pecados (pasados, presentes y futuros) en la cruz, sino también nos ofreció su justicia perfecta como Persona sin pecado y sin tacha [NOTA FINAL #59]. Por eso dice Pablo que únicamente Jesús es nuestra justicia [NOTA FINAL #60]. Por lo tanto, la justificación por medio de la obra de Jesucristo en la cruz, en nuestro lugar y por nuestros pecados es únicamente posible solo por la gracia de Jesucristo sólo mediante la fe en Jesucristo y solamente por Jesucristo.

No hay absolutamente nada que podamos añadir a nuestra justificación. Cuando Jesús dijo: «¡Todo ha terminado!» en la cruz, estaba declarando que lo único que tenía que hacerse para nuestra justificación se completó en él. Por esta razón, Tito 3:7 habla de ser «justificados por su gracia». Además, Romanos 5:16-17 dice: y el resultado del regalo del favor inmerecido de Dios es muy diferente de la consecuencia del pecado de ese primer hombre. Pues el pecado de Adán llevó a la condenación, pero el regalo de Dios nos lleva a ser declarados justos a los ojos de Dios, a pesar de que somos culpables de muchos pecados. Pues el pecado de un solo hombre, Adán, hizo que la muerte reinara sobre muchos; pero aún más grande es la gracia maravillosa de Dios y el regalo de su justicia, porque todos los que lo reciben vivirán en victoria sobre el pecado y la muerte por medio de un solo hombre, Jesucristo.

Ser justificado significa confiar solo en la Persona y en la obra de Jesús y en nadie ni en nada más como objeto de nuestra fe, justicia y justificación ante Dios [NOTA FINAL #61].

El don de la justicia

El día que escribí este capítulo, fui a la barbería. El barbero comenzó a hablar sobre su novia con quien vive, toda la marihuana que fuman, el alcohol que consumen y otros pasatiempos nefarios. Aproximadamente a la mitad de mi corte de pelo, me preguntó qué hice por un trabajo.

Cuando esto sucede, siempre hay un silencio incómodo porque sé que mi respuesta sería como poner agua fría en la cara de alguien que está dormido.

Entonces, respiré hondo y dije: «Soy un pastor cristiano».

Su semblante cambió repentinamente, y era obvio que se sentía mal por todo el mal comportamiento del que se jactaba, y cambió la conversación para contarme sobre todas las cosas buenas que había hecho en su vida. Como un abogado defensor de su propia vida, presentó el caso por su bondad, mientras yo me quedaba allí sentado tranquilamente cortándome el pelo. Su declaración final fue: “Creo en Dios y trato de vivir una buena vida como una buena persona”.

El no está solo. Todos queremos ser percibidos como buenas personas.

¿Por qué?

Debido a que fuimos creados para la justicia, seguimos anhelando la justificación; sin embargo, pecamos al buscarla por nuestros propios medios [NOTA FINAL #62]. La justificación personal existe en forma religiosa e irreligiosa.

La justificación personal irreligiosa incluye los esfuerzos por justificar la decencia de una persona a través de cualquier cosa, desde la participación en las causas sociales y políticas a la de ejercitar una buena administración del planeta. La justificación personal religiosa busca la justicia propia mediante el esfuerzo personal, cumpliendo con la ley de Dios además de nuestras propias reglas.

En lo concerniente a tales esfuerzos vanos por conseguir la justificación personal, Jesús enseña: «Les advierto: a menos que su justicia supere a la de los maestros de la ley religiosa y a la de los fariseos, nunca entrarán en el reino del cielo» [NOTA FINAL #63]. Religiosamente nadie se ha esmerado más que los fariseos, quienes, por ejemplo, diezmaban sus especias tratando de asegurarse de que le habían dado a Dios exactamente la décima parte de todo lo que tenían. Con todo, nuestros esfuerzos por lograr la justificación personal son simplemente repugnantes ante Dios [NOTA FINAL #64].

En la cruz ocurrió lo que a Martín Lutero le gustaba llamar «el gran intercambio». Jesús tomó nuestro pecado y nos dio su justificación. 2 Corintios 5:21 dice: «Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo». A diferencia de la justificación personal religiosa, el don de la justiciar es pasivo; no es algo que hacemos, sino algo que Jesús hace y que recibimos como un don solamente por nuestra fe personal en él.

Nos da una nueva identidad como hijos de Dios, una nueva naturaleza a través de un nuevo nacimiento, un nuevo poder que viene por el Espíritu Santo y una nueva comunidad, la iglesia. La meta y el resultado final de su obra será la unidad de la comunidad de Cristo, que son individualmente justos y colectivamente unificados por el Espíritu Santo.

Las grandes cosas que tenemos en esta vida tienden a no ser las cosas que merecemos, sino regalos que se nos dan. Algunos ejemplos incluyen el amor de un esposo o amigo, o el nacimiento de un hijo o nieto.

El don de la justicia de Jesús nos es impartido al momento de ejercitar nuestra fe, simultáneamente con nuestra justificación. Dios no solo nos da un estatus familiar, sino un nuevo poder y un nuevo corazón por medio del Espíritu Santo que mora en nosotros. Esto es lo que los teólogos llaman regeneración. De modo que no solo tenemos un nuevo corazón de donde fluyen nuevos deseos de santidad y un nuevo poder mediante Dios el Espíritu Santo para vivir como Jesús, para Jesús y con Jesús.

Finalmente, al decir que la justificación viene solamente de Jesús y no en virtud de alguna de nuestras buenas obras, no estamos defendiendo un cristianismo anarquista donde se nos permita vivir sin arrepentimiento, en continuo pecado y sin preocuparnos por vivir justamente. Al contrario, estamos diciendo que solo al entender la justicia de Jesucristo en nosotros podremos vivir santamente con base en su justicia y nuestro nuevo estatus como cristianos.

El rescate

Para la mayoría de las personas, el peor parte de cada mes es pagar las cuentas. Ver todas las deudas que hemos acumulado es desalentador. Los intereses compuestos, los cargos por pagos atrasados ​​y otras penalidades financieras se sienten como una avalancha continua que constantemente estamos pagando desde abajo. Incluso si hacemos nuestro mejor esfuerzo para mantenerlo, parece que siempre hay algo que nos hemos perdido y que daña nuestro puntaje de crédito tan importante que es completamente frustrante.

La mayoría de las personas conocen bien su deuda financiera con los prestamistas. De lo que la mayoría de la gente no es tan consciente es de su deuda financiera con el Señor.

Dios nos hizo para amar, honrar y obedecerle en pensamiento, palabra y obra. Cada vez que fallamos y no lo hacemos perfectamente, acumulamos una deuda con Dios. Toda persona ha pecado contra Dios, y el infierno es la prisión eterna para los deudores espirituales que le han robado a Dios viviendo pecaminosamente. Como todos deudores, necesitamos un plan para poder pagar todas nuestras deudas.

Primero, necesitamos un mediador que se ponga en la brecha por nosotros ante Dios para determinar nuestra deuda total y darnos una resolución que Dios Padre, con quien estamos endeudados, encuentre aceptable. La Biblia dice repetidas veces que Jesús es nuestro único mediador: «Hay un Dios y un Mediador que puede reconciliar a la humanidad con Dios, y es el hombre Cristo Jesús» [NOTA FINAL #65]. Nuestra deuda espiritual es con Dios y solo hay un mediador entre Dios y nosotros que puede resolver el peligroso lío en que estamos.

Segundo, necesitamos un redentor dispuesto a interceder por nosotros y a pagar nuestra deuda a Dios Padre. Un redentor es una persona que paga la deuda de otra persona. Pablo habla de «nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Él dio su vida para liberarnos de toda clase de pecado, para limpiarnos y para hacernos su pueblo, totalmente comprometidos a hacer buenas acciones» [NOTA FINAL #66]. También dice que Cristo «nos ha rescatado de la maldición de nuestras fechorías. Pues está escrito: “Maldito todo el que es colgado en un madero” [Dt 21:23]» [NOTA FINAL #67]. Debido a que nuestros pecados son contra Dios, solo Dios puede perdonar nuestra deuda de pecado. Jesús es Dios quien pagó nuestra deuda de pecado en la cruz para el perdón de nuestros pecados [NOTA FINAL #68].

Tercero, necesitamos un rescate, lo cual significa un pago lo suficientemente apropiado para borrar nuestra deuda ante Dios Padre. El problema, sin embargo, es que nuestros pecados son contra un Dios completamente santo y perfecto, por lo tanto el pago tiene que ser perfecto. Como todos los seres humanos somos pecadores, no podemos rescatarnos unos a otros en este sentido. No hay manera alguna en que otro ser humano pecaminoso pueda pagar a Dios nuestra deuda espiritual. El Salmo 49:7-8 lo dice así: «Sin embargo, no pueden redimirse de la muerte pagándole un rescate a Dios. La redención no se consigue tan fácilmente, pues nadie podrá jamás pagar lo suficiente». Refiriéndose a sí mismo, en Marcos 10:45 Jesús dijo: «Pues ni aun el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir a otros y para dar su vida en rescate por muchos». Pablo también habla de «Él [Cristo Jesús] dio su vida para comprarles la libertad a todos» [NOTA FINAL #69].

Considere por un momento cuan feliz sería si alguien pagara todas tus deudas pasadas y presentes sin costo adicional para usted. Además, imagine cuánto más feliz sería si esa persona también pagara todas tus deudas futuras. Hablando espiritualmente, este es exactamente lo que sucedió cuando Jesucristo murió en la cruz para pagar todas tus deudas con el Padre del pasado, presente, y futuro.

¿CÓMO NOS REDIME DIOS POR MEDIO DE LA CRUZ?

La redención

A mi esposa Grace y a mí nos gusta ver películas de acción. Nuestros favoritos son los que incluyen a un villano que captura a algunas personas inocentes, tomándolos cautivos hasta que un héroe parece atacar a los hombres malos y liberar a los cautivos. El líder de los héroes siempre es valiente y sacrificial, y la historia de todo este género de películas está tomada de la Biblia, donde Jesús derriba a Satanás y nos libera.

En términos bíblicos, los pecadores son esclavos. Segunda de Pedro 2:19 lo explica de esta manera: «Uno es esclavo de aquello que lo controla». Como un prisionero encerrado en una celda sin escapatoria, así también los pecadores están encerrados en una prisión de pecado de la que no pueden liberarse. Esto incluye la esclavitud por elección propia, como en el caso de las adicciones y de los patrones habituales de pecado.

En el libro del Éxodo, el pueblo de Dios estaba esclavizado a un rey llamado el faraón quien reinaba sobre la nación más poderosa del mundo: Egipto. Él era adorado como un dios y trataba brutalmente a las personas que esclavizaba. Dios levantó un hombre llamado Moisés para que en su nombre hablara con el faraón y exigiera que los esclavos fueron liberados para vivir vidas nuevas adorando al Dios verdadero. Dios en su gracia, pero con autoridad, lo llamo a la justicia. el corazón del faraón se endureció ante la provocación de Dios, tal como Dios lo había anticipado, y rehusó liberar al pueblo de su brutal esclavitud. En vista de lo cual Dios envió una serie de plagas para juzgar y advertir al faraón, dándole amablemente muchas oportunidades para arrepentirse y hacer lo que Dios exigía.

El faraón rehusó continuamente arrepentirse y no liberó al pueblo de Dios, por lo cual Dios envió juicios terribles sobre toda la nación. Finalmente, la ira de Dios fue derramada sobre el primogénito de todo hogar, matando a cada uno de ellos en una sola noche. Como hemos visto, los únicos hogares en que sus primogénitos fueron liberados de la muerte fueron los de las familias que por fe tomaron un cordero sin mancha y sin defecto y lo mataron como sustituto cubriendo con su sangre los postes de entrada a su casa. Como resultado, la ira de Dios pasaba por encima de ellos y era desviada por causa del cordero.

Al igual que los esclavos en los días de Moisés, nosotros los pecadores somos absolutamente incapaces de liberarnos del pecado. Como esclavos, necesitamos ser redimidos de nuestra esclavitud. La palabra redención es sinónima de ser liberado, libertad o rescatado del yugo de la esclavitud hacia cualquier persona o cosa. Esta palabra y sus derivados (por ejemplo, redentor, redimir) aparecen como 150 veces en la Biblia, con sólo unas veinte veces en el Nuevo Testamento.

Tristemente, algunos teólogos cristianos (por ejemplo, Origen) han enseñado comúnmente desde los primeros días de la iglesia que el concepto de redención fue adoptado de un mercado pagano de esclavos donde los esclavos eran liberados por un precio. stop condujo a especulaciones descabelladas de que Jesús murió para pagarle a Satanás, lo cual es absurdo porque Jesús no le debe nada a Satanás.

El prototipo para la redención no es el mercado pagano de esclavos sino más bien el Éxodo. Aquí, Dios liberó a su pueblo pero de ninguna manera le pago al faraón satánico. Dios simplemente lo aplastó. Éxodo 6:6 es uno de muchos pasajes bíblicos que presentan el Éxodo como el prototipo de la redención: «Por lo tanto, dile al pueblo de Israel: “Yo soy el Señor. Te libertaré de la opresión que sufres y te rescataré de tu esclavitud en Egipto. Te redimiré con mi brazo poderoso y con grandes actos de juicio”» [NOTA FINAL #70].

El tema de Dios el Redentor repercute en todo el Antiguo Testamento [NOTA FINAL #71]. Ahora antes del nacimiento de Jesús, fue profetizado que Dios vendría a la historia humana a redimir a los pecadores de la esclavitud del pecado [NOTA FINAL #72]. Al nacimiento de Jesús, fue profetizado que él es el Dios Redentor [NOTA FINAL #73]. Pablo decía frecuentemente que Jesús es nuestro redentor: «Jesucristo […] se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos», y «la redención […] es en Cristo Jesús» [NOTA FINAL #74]. Muchos otros ejemplos de Jesús como Redentor de los esclavos se encuentran a lo largo de todo el Nuevo Testamento [NOTA FINAL #75].

Cuando Jesús fue crucificado y su sangre fue derramada, él padeció y murió en nuestro lugar por nuestros pecados para que pudiéramos ser redimidos [NOTA FINAL #76]. Jesús nos ha redimido de muchas cosas y para muchas cosas. Nos ha redimido de la maldición de la ley [NOTA FINAL #77], de Satanás y los demonios [NOTA FINAL #78], de nuestra carne pecaminosa [NOTA FINAL #79] y del pecado [NOTA FINAL #80]. Además, Jesús nos ha redimido para la vida eterna con Dios [NOTA FINAL #81], para el regreso de Jesús [NOTA FINAL #82], y para un cuerpo resucitado gloriosamente [NOTA FINAL #83].

¿POR QUIÉN MURIÓ JESÚS?

La expiación ilimitada y limitada

Cada Navidad, las familias se reúnen para abrir los regalos. Primero, alguien tiene que organizar los regalos para determinar cuales son para cuales miembros de la familia. Si la persona equivocada recibe el regalo, la persona para quien fue destinada corre el riesgo de perder lo que el donante del regalo le había destinado.

Lo que está cierto de los regalos de Navidad también está cierto del mejor regalo que haya sido dado—la salvación de Jesucristo. Quien recibe este regalo, y no recibe este regalo, es vital para entenderlo correctamente.

La pregunta ¿por quién murió Jesús? ha generado algunas de las respuestas más intensas y variadas en la historia de la iglesia. Para ayudarle a entender las diferentes respuestas a esta pregunta, le ofrecemos el Gráfico.

La herejía del universalismo «cristiano»

 

La herejía del pelagianismo contemporáneo

 

Expiación ilimitada

 

Expiación limitada

 

Expiación ilimitada limitada
Perspectiva del pecado Nacemos pecadores pero somos culpables por nuestros pecados, no los de Adán. Nacemos pecadores como Adán pero seguimos su mal ejemplo. Nacemos pecadores pero somos culpables de nuestros pecados, no los de Adán. Nacemos pecadores culpables en Adán.

 

Nacemos pecadores culpables en Adán.

 

Por quién murió Jesús

 

Jesús sobrellevó todo el pecado y el dolor del mundo sobre sí mismo. Jesús vivió y murió solo como ejemplo para los pecadores. Jesús murió para pagar el pecado de todas las personas. Jesús murió para lograr la plena expiación de los elegidos. Jesús murió para pagarlo todo pero solo a manera de salvación para los elegidos.
Cómo se aplica la expiación

 

El poderoso amor de Dios en Jesús vencerá todo el pecado. Cualquiera puede seguir el ejemplo de Jesús llevando una vida buena. Dios aplicará el pago a quienes creen en Cristo. Dios diseñó la expiación precisamente para los elegidos. Aunque Dios desea la salvación para todos, aplica el pago a los elegidos, a los que escogió para la salvación.
El cielo y el infierno

 

Todos serán salvos e irán al cielo. No hay infierno eterno.

 

Los que viven como Cristo serán salvos e irán al cielo. Los que rechazan el bien irán al infierno. Los que aceptan el don irán al cielo. Todos los demás siguen su libre albedrío y eligen ir al infierno. Dios no necesita salvar a nadie del infierno, pero decide salvar a algunos. Dios no necesita salvar a nadie del infierno, pero decide salvar a algunos.

Las primeras dos respuestas (el universalismo y el pelagianismo) no son bíblicas, y por lo tanto, no son aceptables. El universalismo erróneamente contradice lo que da Escritura enseña claramente sobre la pecaminosidad humana y el infierno [NOTA FINAL #84]. Pelagio negó la pecaminosidad humana y enseñó que las personas comienzan su vida moralmente buenas (como Adán), y por voluntad propia pueden decidir vivir santamente, obligando a Dios a llevarlos al cielo al morir. Pelagio fue condenado como hereje en el Concilio de Cartago en el año 418 d.C.

Nos quedan tres opciones para los cristianos acerca de la pregunta ¿por quien murió Jesús? Las tres caben dentro de la ortodoxia evangélica.

Primero, algunos cristianos creen que Jesús murió por los pecados de todas las personas. esta postura se conoce como el arminianismo (de Jacobo Arminio), el wesleyanismo (de John Wesley) o la expiación ilimitada. Los arminianos apelan a las Escrituras que declaran que Jesús murió por todas las personas [NOTA FINAL #85], por todo el mundo [NOTA FINAL #86], por todos [NOTA FINAL #87], y que no quiere que nadie perezca [NOTA FINAL #88]. Los arminianos enseñan que para ser salvo se debe aceptar la muerte expiatoria de Jesús y hacerse seguidor de Jesús. Además se dice que cualquiera puede tomar esa decisión ya sea por el libre albedrío inherente (los arminianos) o por la gracia capacitadora universal de Dios, la tal gracia preveniente, o primera (los wesleyanos). Por consiguiente, a juicio de ellos, la elección consiste en que Dios elige a los que sabía de antemano que lo elegirían, y en vista de que las personas optaron por ser salvas, estas pueden también perder su salvación.

Segundo, algunos cristianos creen que Jesús murió solo por los pecados de los elegidos. Aquí la elección significa que antes de la fundación del mundo Dios eligió a ciertos individuos para recibir vida eterna solo en base a su propósito de gracia, carente de todo mérito o acción humana. Los llama eficazmente y hace lo necesario para llevarlos al arrepentimiento y a la fe [NOTA FINAL #89].

Esta postura se conoce comúnmente como los cinco puntos del calvinismo (de Juan Calvino), la teología reformada o la expiación limitada, que a veces se denomina redención particular. Estos calvinistas generalmente apelan a las Escrituras que hablan de la muerte de Jesús solo por ciertas personas, pero no por todas las personas [NOTA FINAL #90], por sus ovejas [NOTA FINAL #91], por sus iglesias [NOTA FINAL #92], por los elegidos [NOTA FINAL #93], por su pueblo [NOTA FINAL #94], sus amigos [NOTA FINAL #95] y todos los cristianos [NOTA FINAL #96]. No concuerdan con la expiación ilimitada, señalando que si Jesús murió por todos, todos serían salvos, lo cual es la herejía del universalismo. También enseñan que las personas son tan pecadoras que no pueden elegir a Dios por sí solas, por lo cual Dios las regenera antes de convertirse asegurándose de que serán conservadas hasta el final porque la salvación no puede perderse.

Un punto vital del debate es la intención de Jesús al morir en la cruz. ¿Fue la intención de Jesús pagar los pecados de todas las personas y abrir así la puerta de la salvación para todos? Esa sería la expiación ilimitada, lo que creen los wesleyanos y arminianos. ¿Aceptamos al pie de la letra lo que dice Pablo en 1 Timoteo 2:6, que Cristo Jesús «se dio a sí mismo en rescate por todos»? ¿O murió Jesús para completar el pago de nuestro perdón en la cruz? Esa es la expiación limitada, o lo que creen los calvinistas de los cinco puntos. ¿Aceptamos al pie de la letra Juan 19:30 cuando Jesús dijo: «¡Todo ha terminado!»?

A primera vista, la expiación ilimitada y la limitada parecen ser opuestas, pero ese dilema se resuelve observando dos cosas. Primero, las dos categorías no son mutuamente excluyentes; como Jesús murió por los pecados de todos, eso significa que también murió por los pecados de los elegidos. Segundo, la muerte de Jesús por todas las personas no logra lo mismo que su muerte por los elegidos. Este punto es complicado, pero refleja efectivamente lo que enseña la Biblia. Por ejemplo, 1 Timoteo 4:10 distingue entre la muerte de Jesús como Salvador de todas las personas, en forma general, y de los cristianos elegidos en forma particular, diciendo: «Es por eso que trabajamos con esmero y seguimos luchando, porque nuestra esperanza está puesta en el Dios viviente, quien es el Salvador de toda la humanidad y, en especial, de todos los creyentes».

Además, 2 Pedro 2:1 dice que hay personas por quienes Jesús murió que no están a salvo de las herejías y de la condenación por parte de Jesús: «En Israel también hubo falsos profetas, tal como habrá falsos maestros entre ustedes. Ellos les enseñarán con astucia herejías destructivas y hasta negarán al Señor, quien los compró. Esto provocará su propia destrucción repentina». Sencillamente, al morir por todos, Jesús redime a todos como posesión suya y después otorga su perdón a los elegidos—los que están en Cristo—por gracia, luego vuelca su ira a los no elegidos: los que rechazan a Cristo. Objetivamente, la muerte de Jesús fue suficiente para salvar a cualquier persona, y subjetivamente, solo fue lo suficientemente eficaz para salvar a quienes se arrepientan de sus pecados y confíen en él. Esta postura se denomina expiación ilimitada limitada, o calvinismo modificado, y podría decirse que es la postura que el mismo Calvino defendía como maestro bíblico competente [NOTA FINAL #97]. Cristo murió a fin de asegurar la salvación concreta y específica de los suyos, sus elegidos.

Esta es la intencionalidad que resaltan correctamente los calvinistas de los cinco puntos. Cristo murió por todas las personas. Este es la universalidad que correctamente destacan los arminianos. Si los calvinistas de los cinco puntos tienen razón y no ha habido pago por los no elegidos, ¿entonces cómo puede amar Dios al mundo genuinamente y desear la salvación de todas las personas? Hay una puerta auténtica de salvación abierta para todo el que cree en Jesús, de ahí que el rechazo de Jesús sea completamente inexcusable. La muerte de Jesús reconcilia «todas las cosas» con Dios [NOTA FINAL #98]. Dios vencerá toda rebelión mediante la sangre de Jesús. En este sentido, todos los que estén en el infierno serán reconciliados con Dios, pero no de una forma salvadora, como enseñan falsamente los universalistas. En el infierno los pecadores impenitentes y sin perdón ya no son rebeldes, y su desprecio pecaminoso por Dios ha sido aplastado y destruido [NOTA FINAL #99].

¿CÓMO TRIUNFA DIOS POR MEDIO DE LA CRUZ?

Christus Victor

Desde videojuegos hasta películas de gran éxito y eventos deportivos más grandes que la vida, las personas nunca se cansan de los héroes que se alzan para liderar a su equipo hacia la victoria. Algo en nosotros quiere ver a alguien entrar al campo de batalla para derrotar a un enemigo y que todos los que están de su lado en la lucha ganen.

Las Escrituras dicen claramente que hay una guerra muy real entre Jesús y los ángeles caídos (Satanás y los demonios); los pecadores han sido tomados cautivos en guerra [NOTA FINAL #100]. Jesús mismo confirmó este hecho al comienzo de su ministerio terrenal cuando dijo que vino a libertar a los cautivos [NOTA FINAL #101]. Jesús dijo esto porque de ninguna manera Satanás nos liberaría del cautiverio y de ninguna manera podemos liberarnos nosotros mismos. De modo que Jesús vino como nuestro guerrero triunfante y libertador.

La primera promesa de Jesús como vencedor sobre Satanás le fue dada a nuestros primeros padres. En Génesis 3:15 Dios predicó la primera Buena Noticia (o evangelio) de Jesús a Eva, nuestra primera madre pecadora. Dios prometió que Jesús nacería de una mujer y al hacerse hombre pelearía contra Satanás, aplastaría su cabeza, lo derrotaría y libertaría a las personas de su esclavitud a Satanás, al pecado, a la muerte y al infierno.

Justo antes de la crucifixión, Satanás entró en uno de los discípulos de Jesús, Judas Iscariote, y conspiró con él para traicionar a Jesús y entregarlo para que fuera crucificado. Por la cruz, Satanás y sus demonios pensaron que finalmente habían derrotado a Jesús. Sin embargo, crucificar a Jesús fue el peor error que el diablo pudo haber cometido. De haber entendido lo que estaba pasando, nunca hubiera matado a Jesús [NOTA FINAL #102].

Un pasaje esencial de las Escrituras acerca de la victoria de Jesús sobre Satanás, el pecado y la muerte se encuentra en Colosenses 2:13-15:

Ustedes estaban muertos a causa de sus pecados y porque aún no les habían quitado la naturaleza pecaminosa. Entonces Dios les dio vida con Cristo al perdonar todos nuestros pecados. Él anuló el acta con los cargos que había contra nosotros y la eliminó clavándola en la cruz. De esa manera, desarmó[a] a los gobernantes y a las autoridades espirituales. Los avergonzó públicamente con su victoria sobre ellos en la cruz.

Por ende, la autoridad del diablo y de sus demonios ya ha terminado. Mateo 28:18 deja muy en claro que Jesús tiene toda autoridad ahora, lo cual significa que Satanás no tiene ninguna autoridad sobre los cristianos. Como resultado, podemos vivir conforme a Colosenses 1:10-14: «Entonces la forma en que vivan siempre honrará y agradará al Señor, y sus vidas producirán toda clase de buenos frutos. Mientras tanto, irán creciendo a medida que aprendan a conocer a Dios más y más. […] Pues él nos rescató del reino de la oscuridad y nos trasladó al reino de su Hijo amado, quien compró nuestra libertad y perdonó nuestros pecados». La Biblia emplea la pablara gracia para explicar la victoria que Jesús ganó para nosotros en la cruz, porque no hay ninguna razón lógica para que Dios nos ame y muera en nuestro lugar para liberarnos del cautiverio a Satanás, al pecado y a la muerte, salvo su maravillosa naturaleza.

La expiación

Considere, por un momento, todo el tiempo y la energía que gasta en lavarse y las cosas en su vida. Ducharse, cepillarse los dientes, limpiar ventanas, lavar platos, aspirar su casa, lavar su ropa, cambiar su cama y limpiar su automóvil. Si eres fanático de los gérmenes, la lista es mucho más larga. Lo que es físicamente verdadero también es espiritualmente cierto, ya que nuestras almas también necesitan ser limpiadas.

La típica presentación del evangelio afirma que todos somos pecadores y que, si confesamos nuestros pecados a Jesús, él perdonará nuestros pecados por medio de su vida sin pecado, su muerte sustituta y su resurrección corporal. Claramente esto es cierto conforma a las Escrituras. Sin embargo, este evangelio solo trata los pecados que cometemos (como pecadores) y no trata los pecados que han sido cometidos contra nosotros (como víctimas).

En toda la Biblia aparece como una docena de palabras que frecuentemente describen el pecado como algo que mancha nuestra alma, que nos contamina y que nos hace sucios e inmundos [NOTA FINAL #103]. El efecto que tienen los pecados, sobre todo los que se cometen contra nosotros, es que nos hacen sentir sucios. La Biblia menciona varias causas para nuestra contaminación: cualquier pecado, participar en religiones falas o en el ocultismo [NOTA FINAL #104], la violencia [NOTA FINAL #105] y el pecado sexual [NOTA FINAL #106].

De ahí que las almas son manchadas y contaminadas por la corrupción de los pecados que las personas cometen y de los que se cometen contra ellas. En las Escrituras, los lugares [NOTA FINAL #107], los objetos (como el lecho matrimonial) [NOTA FINAL #108] y las personas son contaminadas por el pecado. Por consiguiente, el Antiguo Testamento y los Evangelios están repletos de personas que eran ritualmente inmundas, a las que nadie podía tocar y con las que no se podían socializar. Los mandamientos para los lavados ceremoniales y demás prefiguran el poder purificador de la muerte de Jesús.

El resultado predecible de la profanación es la vergüenza, incluyendo el temor a ser descubierto o que nuestro secreto profundo y oscuro sea revelado. Este patrón fue firmemente establecido por nuestros primeros padres, quienes después de pecar se taparon avergonzados, escondiéndose de Dios y de sí mismos. La vergüenza existe donde hay pecado, por tanto, sentirse avergonzado, sobre todo cuando pecamos, es natural y sano. De manera que la vergüenza no es mala, pero a menos que el pecado subyacente que ocasiona la vergüenza sea tratado por medio del evangelio, la vergüenza perdurará con repercusiones devastadoras.

Jesús perdonó nuestros pecados en la cruz y nos limpia de todo pecado que hayamos cometido y que se haya cometido contra nosotros. Por medio de la cruz, Jesucristo ha quitado nuestro pecado para siempre, como se había prefigurado con el chivo expiatorio en el Día del Perdón. A este chivo lo soltaban para que corriera libremente por el desierto, llevándose simbólicamente el pecado del pueblo. Teológicamente, es lo que llamamos la doctrina de la expiación, por lo cual nuestro pecado es expiado o quitado para que seamos limpiados por medio de Jesús, nuestro chivo expiatorio.

La Biblia usa palabras como expiación, limpieza y fuente purificadora que lava nuestra contaminación y vergüenza para explicar que nuestra identidad debe estar marchada solo por lo que Jesucristo ha hecho por nosotros y no por lo que nosotros hicimos o por lo que nos hicieron.

  • En ese día, se presentarán ofrendas de purificación por ustedes, y serán purificados de todos sus pecados en la presencia del Señor. [NOTA FINAL #109]
  • Los limpiaré de sus pecados contra mí y perdonaré todos sus pecados de rebelión. [NOTA FINAL #110]
  • En aquel día brotará un manantial […] una fuente que los limpiará de todos sus pecados e impurezas. [NOTA FINAL #111]

Jesús no solo fue a la cruz para morir por nuestros pecados, sino para

menospreciar la vergüenza. Como declara Hebreos 12:1-2: «Corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios».

Como resultado, Podemos andar en la luz con otros que nos aman en auténtica comunidad. Sobre este punto, 1 Juan 1:7-9 señala:

Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

Jesús sí nos «limpia de todo pecado». Esto significa que por la cruz de Jesús podemos ser limpiados y purificados. La belleza de esta verdad de la obra expiatoria y limpiadora de Jesús es demostrada poéticamente en actos simbólicos en toda la Escritura, incluyendo los lavados ceremoniales [NOTA FINAL #112], el bautismo [NOTA FINAL #113] y el vestir trajes blancos en la eternidad como recordatorio continuo de la obra expiatoria de Jesús [NOTA FINAL #114].

¿CÓMO NOS INSPIRA DIOS POR MEDIO DE LA CRUZ?

Christus exemplar

Cuando era niño, mi abuelo era mecánico y mi padre trabajaba en la construcción. Recuerdo que ambos llevaban botas de trabajo con punta de acero, llevaban una lonchera y un termo, y vestían overoles y jeans respectivamente. Cuando era niño, los admiraba y seguí su ejemplo. Tenía mis propios jeans y botas que llevaba, y termo y lonchera que traía cuando viajaba en sus camiones para ayudarlos con los proyectos. La verdad es que todos tenemos personas a las que admiramos como modelos a seguir y ejemplos. Como Jesucristo es perfecto, tiene sentido que sea nuestro modelo perfecto para seguir.

Jesús murió por nuestros pecados, capacitándonos así para experimentar vida nueva. Jesús vivió como nuestro ejemplo mostrándonos cómo vivir una vida humana verdaderamente santa.

A lo largo de su vida, Jesús declaró repetidas veces que el propósito de su vida en la tierra era glorificar a Dios Padre, o hacer visible el carácter del Padre. Jesús glorificó a Dios Padre en parte muriendo en la cruz [NOTA FINAL #115]. Prácticamente, esto significa que hay gozo no solo en nuestro consuelo y éxito, sino también en nuestro sufrimiento y en nuestras dificultades, como lo experimentó Jesús [NOTA FINAL #116].

En la cruz de Jesús, aprendemos que ser como Jesús significa que tomamos nuestra cruz y le seguimos como él ordenó [NOTA FINAL #117]. En la práctica esto significa que glorificamos a Dios permitiendo que las dificultades, el dolor y las pérdidas nos hagan más y más como Jesús, y nos den un testimonio más creíble para Jesús. Como cristianos no debemos invitar el sufrimiento como hacían los primeros ascetas cristianos, ni tratar de evitarlo como hacen algunos cristianos modernos. En cambio, recibimos el sufrimiento que se presenta como una oportunidad mediante la cual dios hace algo en nosotros y por medio de nosotros. Nos regocijamos, no en el dolor, sino en lo que este puede lograr para el evangelio a fin de que algo tan costoso como el sufrimiento no se desperdicie, sino que sea usado para la gloria de Dios, para nuestro gozo y para el bien de los demás.

Para sufrir bien—es decir, de una manera que propicie el avance del evangelio en y por medio de nosotros—, continuamente debemos recordar la cruz de Cristo. Pedro señala:

Es obvio que no hay mérito en ser paciente si a uno lo golpean por haber actuado mal, pero si sufren por hacer el bien y lo soportan con paciencia, Dios se agrada de ustedes. Pues Dios los llamó a hacer lo bueno, aunque eso signifique que tengan que sufrir, tal como Cristo sufrió por ustedes. Él es su ejemplo, y deben seguir sus pasos. Él nunca pecó y jamás engañó a nadie. No respondía cuando lo insultaban ni amenazaba con vengarse cuando sufría. Dejaba su causa en manos de Dios, quien siempre juzga con justicia. Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto. Por sus heridas, ustedes son sanados. Antes eran como ovejas que andaban descarriadas. Pero ahora han vuelto a su Pastor, al Guardián de sus almas.  [NOTA FINAL #118]

¿QUÉ REVELA LA DOCTRINA DE LA CRUZ SOBRE EL AMOR DE DIOS?

Cuando todo termina, más se dice que se hace. La gente habla de su amor y respecto para los demás. Las redes sociales están llenas de hashtags por buenas causas. Sin embargo, resulta en poca acción. Como hombre mayor, Juan estaba harto de esta tendencia de decir mucho sin hacer nada. Después de ver a Jesús no solo decir que nos ama sino también morir para probarlo, Juan escribió en 1 Juan 3:18, «que nuestro amor no quede solo en palabras; mostremos la verdad por medio de nuestras acciones». A veces, el amor es lo que dices. La mayoría de las veces es lo que haces.

En la cruz, Jesús reveló el amor de Dios. Los siguientes versículos declaran cómo el amor de Dios se revela más claramente en la cruz de Jesús:

  • Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. [NOTA FINAL #119]
  • No hay amor más grande que el dar la vida por los amigos. [NOTA FINAL #120]
  • Dios mostró el gran amor que nos tiene al enviar a Cristo a morir por nosotros cuando todavía éramos pecadores. [NOTA FINAL #121]
  • Dios mostró cuánto nos ama al enviar a su único Hijo al mundo, para que tengamos vida eterna por medio de él. En esto consite el amor verdadero: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para quitar nuestros pecados. [NOTA FINAL #122]

En la cruz vemos que el amor de Dios no es meramente sentimental sino eficaz.

Al hablar del amor, las personas generalmente se refieren a un amor emocional y afectuoso, pero que posiblemente no hará nada por el ser querido. Gracias a Dios, él no solamente siente amor por nosotros; su amor lo induce a actuar por nosotros a fin de poder ser cambiados por su amor.

Dios amorosamente ha hecho posible que nuestra amistad con él sea

reconciliada. Mediante la cruz, Jesús llevó nuestro pecado para que pudiéramos ser reconciliados con Dios [NOTA FINAL #123]. Gracias a Dios, él no solo quita nuestros pecados en su gracia, sino que también se extiende misericordiosamente hacia nosotros sabiendo que lo necesitamos desesperadamente [NOTA FINAL #124].

La cruz es algo que usted hizo. Usted asesinó al Dios encarnado. La cruz es algo que se hizo por usted. Dios le ama y murió para perdonarlo.

A través de la cruz y la tumba vacía de Jesús, hay al menos nueve maneras en que Dios te ha amado al poner a Jesús en tu lugar y ponerte en Su lugar.

  1. Jesús murió para que puedas vivir
  2. Jesús pagó el precio de todas sus deudas con el Señor
  3. Jesús fue maldecido para que seas bendecido
  4. Jesús se volvió injusto para hacerte justo
  5. Jesús experimentó la ira de Dios para que tú experimentes la gracia de Dios
  6. Jesús fue rechazado por el Padre para ser que seas aceptado por el Padre
  7. Jesús estaba avergonzado para que puedas ser desvergonzado
  8. Jesús se ensució para que puedas estar limpio
  9. Jesús era odiado para que seas amado

PREGUNTAS PARA REVISTA PERSONAL Y/O DISCUSIÓN DE GRUPOS PEQUEÑOS

  1. ¿Hay algo de este capítulo que fue más impactante para usted personalmente? ¿Qué? ¿Por qué?
  2. ¿Cómo hubiera sido para usted estar con Juan y María a los pies de Jesús en la cruz?
  3. ¿Usted cree completa y confidentemente que, debido a su fe en Jesús, todo su pecado y deuda está pagado por Jesús al Padre?
  4. ¿Usted realmente cree que Jesús le ha limpiado completamente de todo lo que ha hecho y todo lo que otros le han hecho?
  5. ¿Cómo la comprensión del sacrificio de Jesús en la cruz ayuda a profundizar su comprensión del amor de Dios por usted?
  6. ¿De qué patrones autodestructivos en su vida ha muerto Jesús para liberarse al morir para que pueda matarlos?
  7. ¿Cómo le ayuda el ejemplo de Jesús a saber cómo amar y perdonar a los que han pecado contra usted? ¿A quién necesita perdonar como Dios le ha perdonado a través de la cruz?
  8. ¿A quién conoce que necesita saber más sobre lo que Jesús ha hecho por ellos para ayudarlos a convertirse en cristianos o ayudarlos a crecer como cristianos?
  9. ¿De qué maneras puede usted seguir el ejemplo de Jesús sirviendo a otra persona en amor?
  10. ¿Cómo cree usted que será en el Reino de Dios cuando vea las cicatrices de las uñas en las manos de Jesús mientras se limpia las lágrimas de sus ojos y le invita a sanar del pasado?

NOTAS FINALES

  1. Gran parte de la siguiente perspectiva general histórica de la crucifixión fue tomada del programa especial de dos horas presentado en el canal A&E y The History Channel titulado Crucifixion [La Crucifixión] (23 de marzo del 2008).
  2. Suetonio, The Lives of the Caesars, Vesp. 5.4. Publicado en español con el título de Las guerras de los judíos
  3. Josephus, J.W. 7.203.
  4. Cicerón, Pro Rabirio Perduellionis Reo 5.16.
  5. 6–12.
  6. 22:19–21.
  7. Crucifixion, A&E Television y The History Channel.
  8. 19:19.
  9. 53:3–4.
  10. Crucifixion, A&E Television y The History Channel.
  11. 23:34; Lc. 23:43; Jn. 19:26-27, Sa. 22:2, Mt. 27:46 cf. Mc. 15:34 debido a que este es la única declaración de la cruz que aparece en más de un evangelio, Jn. 19:28-29. Es posible que la esponja y el vinagre de vino fueran partes del equipo militar utilizado por los soldados para lavarse después de usar el baño, como las versiones antiguas de papel higiénico y desinfectante.
  12. 23:46.
  13. 15:25, 33.
  14. 34:20; Jn. 19:36.
  15. 1 Cr. 15:3b–4.
  16. 2:17.
  17. 21:8.
  18. 53:5, 12; Rm. 4:25; 5:8; Gal. 3:13; 1 Pd. 3:18; 1 Jn. 2:2.
  19. Para aprender más sobre cada faceta de la cruz, ver nuestro libro Death by Love: Letters from the Cross [Murió por amor: Cartas de la cruz] (Wheaton, IL: Crossway, 2008).
  20. 16:15.
  21. 8:20; 12:7–8; 13:4, 8; Jb 1:5; 42:7–9.
  22. 51:16; Mi. 6:6–8; Hb. 10:4.
  23. 1 Sm. 15:22; Prv. 15:8; Os. 6:6.
  24. 7:22; 8:5–7, 13.
  25. 1:29.
  26. ej. Jr. 31:31–34; Mt. 26:28; Lc. 22:20; Rm. 11:27; 1 Co. 11:25; 2 Co. 3:6; Hb. 7:22; 8:8–13; 9:15; 12:24.
  27. 1:10, 22; 4:15; 5:23; Col. 1:18; 2:10, 19.
  28. 2:17; 4:14–15.
  29. 1:29.
  30. 21:22.
  31. 1 Co. 5:7.
  32. 9:26; 10:10.
  33. 26:27–30; Nm. 11:1; Dt. 29:24.
  34. 34:6–8.
  35. 13:17.
  36. 48:9.
  37. 78:38.
  38. 3:5.
  39. 6:16–19; Zch. 8:17.
  40. 5:5; 11:4–5; Os. 9:15; Rm. 9:13 cf. Mal. 1:2–3.
  41. 3:36; Ef. 5:6; Col. 3:6; 1 Tese. 1:9–10.
  42. 6:16–17.
  43. 38; 1 Cor. 11:28–29.
  44. 1:18, 24, 26.
  45. 32:21–22; Jn. 3:36; Ef. 5:6; 2 Pd. 2:4; Ap. 14:9–11.
  46. 5:9.
  47. 1 Ts. 1:9–10.
  48. 3:23–25.
  49. 2:17.
  50. 1 Jn. 2:2.
  51. 1 Jn. 4:10.
  52. 23:7.
  53. Job 9:2.
  54. 34:6–7.
  55. 2:17.
  56. 1:32.
  57. 2 Co. 5:21.
  58. 1 Co. 1:30.
  59. 13:38; Rm. 4:3–5; 5:1.
  60. 10:3.
  61. 5:20.
  62. 64:6.
  63. 1 Tm. 2:5; ver también Hb. 9:15; 12:24.
  64. 2:13–14.
  65. 3:13.
  66. 26:63–65; Mc. 2:5; Jn. 6:41–58; 8:46, 58–59; 10:30–33; 11:25; 14:6, 8–9; 16:28.
  67. 1 Tm. 2:5–6.
  68. Ver también Ex. 15:1–18; Dt. 7:8; 15:15; 2 Sm. 7:23; 1 Cr. 17:21; Isa. 51:10; Mi. 6:4.
  69. 78:35; Is. 44:24; 47:4; 48:17; 63:16; Jr. 50:34; Os. 7:13; 13:14.
  70. 1:68; 2:38.
  71. 3:24; Tt. 2:13–14; ver también 1 Co. 1:30; Gl. 3:13–14; 4:4–5; Ef. 1:7.
  72. 1 Co. 1:30; Gl. 3:13–14; 4:4–5; Ef. 1:7.
  73. 1 Pd. 1:18–19.
  74. 3:13.
  75. 1:13–14.
  76. 6:6–12.
  77. 6:14–15.
  78. 49:15.
  79. 19:25.
  80. 8:23.
  81. e.j., Dn. 12:2; Mt. 5:29–30; 10:28; 18:9; 23:23; 25:46.
  82. 2 Co. 5:14–15; 1 Tm. 2:1–6; 4:10; Tt. 2:11.
  83. 1:29; 3:16–17; 1 Jn. 2:2; 4:14; Ap. 5:9.
  84. 53:6; Hb. 2:9.
  85. 1 Tm. 2:4; 2 Pd. 3:9.
  86. 55:11; Jn. 6:44; Rm. 8:30; 11:29; 1 Co. 1:23–29; 2 Tm. 1:9.
  87. 1:21; 20:28; 26:28; Rm. 5:12–19.
  88. 10:11, 15, 26–27.
  89. 20:28; Ef. 5:25.
  90. 8:32–35.
  91. 1:21.
  92. 15:3.
  93. 2 Co. 5:15; Tt. 2:14.
  94. ej., ver sus comentarios sobre Romanos 5, Gálatas 5, Colosenses 1 y Hebreos.
  95. 1:18–20.
  96. Sobre este punto, un amigo llamado Bruce Ware nos ha ayudado mucho a Gerry y a mí al estudiar juntos esta doctrina.
  97. 1:13; 2 Tm. 2:25–26.
  98. 4:18.
  99. 1 Co. 2:6–9.
  100. ej., Sa. 106:39; Prv. 30:11–12; Mc. 7:20.
  101. 19:31; Ez. 14:11.
  102. ej., Lm. 4:14.
  103. 34:5; Lv. 21:14; Nm. 5:27; 1 Cr. 5:1.
  104. 18:24–30; Nm. 35:34.
  105. 13:4.
  106. 16:30.
  107. 33:8.
  108. 13:1.
  109. 19:10.
  110. 22:16.
  111. 19:7–8.
  112. 12:23, 27–28; 13:30–32; 17:1.
  113. 12:1–6.
  114. 16:24.
  115. 1 Pd. 2:20–24.
  116. 3:16.
  117. 15:13.
  118. 5:8.
  119. 1 Jn. 4:9–10.
  120. 59:2; Os. 5:6.
  121. 1 Tm. 1:15–16; Tt. 3:4–5.

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